En mi doctorado en España, ya hace más de dos décadas tuve la suerte de tener un maestro como lo fue el Dr Jesús Fueyo Alvarez, ex miembro del Consejo de Estado, catedrático, escritor, ensayista, autor de varios libros (El retorno de los budas, la mentalidad moderna, humanismo cristiano y humanismo marxista, Pueblo y Estado, La época insegura etc…). El profesor Fueyo en esos tiempos era un intelectual marginado ya que le pesaba haber participado de un grupo de jóvenes, se decía que eran brillantes, que asesoraron a Franco. Esta circunstancia hizo que su tremenda y rigurosa inteligencia, se aprovechara solo para algunos alumnos de doctorado, normalmente extranjeros, que se interesaban por su seminario en la vieja casona del prestigioso Instituto de Ciencias Morales y Políticas de la Plaza de la Villa 2 sito en el Madrid de los Austrias.
La sesión la daba a solo 4-5 alumnos y duraban una hora exacta. El número de alumnos tenía que guardar relación con el tamaño de la mesa redonda que usaba para dar su clase. Era un hombre de gesto adusto, de setenta años – falleció al año siguiente – no muy afable, que fumaba tabaco negro y que se apoyaba en un bastón. Se veía cansado – se comentaba que había estado muy enfermo – y mostraba muy poco entusiasmo con la sociedad española de los noventa, aunque no lo decía expresamente.
Era la época de la caída del muro, se hablaba del término de la ideología y recién aparecía Fukuyama con su libro titulado ” El fin de la historia”. En una de las clases nos dijo…”el declive de las ideologías será negativo ya que en lo sucesivo la política no se basará en un sistema de ideas convirtiéndose en puramente instrumental y el resultado de ello será la corrupción… al final nos arrepentiremos de que no haya ideologías”. Este pronóstico me marco mucho, aun a sabiendas que los procesos políticos y sociales son multicausales, ya que todos estábamos muy entusiasmados de que la política perdiera ese rasgo ideológico tan fuerte de los años setenta que habíamos conocido en nuestra región.
Sin embargo, la cruda realidad le dio la razón ya que en nuestro panorama nacional y, yo diría regional, observamos exactamente ahora lo que el Profesor Fueyo adelantó.
Esto es, un panorama político destruido por su escasez de ideas y proyectos, observándose “retazos” ideológicos desmembrados de una idea central además de incapacidad política para diagnosticar las necesidades actuales. Por ello, no es extraño que los grupos políticos tienten a jóvenes de reality shows de popularidad pasajera, artistas, figuras de TV para cargos de representación popular. ¿Qué explica aquello? Que el único interés que motiva la política en estos tiempos, es participar del poder y hacer “cosas” pero desprovistas de un sistema de ideas que inspire integralmente lo que se propone. Entrar en un debate de cuánto estado y cuánto mercado, no tiene necesariamente connotación ideológica valiosa. Por tanto, se perdió el sentido esencial de la política quedando sólo cómo un lugar adecuado para obtener espacios de poder, tráfico de influencia y beneficios para individuos o sectores. Esta política sin contenido se divorcia de la ciudadanía y produce incertidumbre, ya que a diferencia de la política basada en ideas, es impredecible.
Otro factor que ayuda a divorciar al político de la masa es la búsqueda del consenso a cualquier costo. Si bien es cierto que lograr consensos en la política es deseable, cuando la ideología está presente es más valioso pero más difícil alcanzarlo porque exige grandes renunciamientos y con ello la posible “colusión” de los políticos se dificulta. Esta particular “colusión política” termina indefectiblemente en la formación de la Ley de Hierro de la Oligarquía (Robert Michels) que destruye la interrelación entre la política y los ciudadanos. Por todo ello, solamente en este escenario, en que no priman las ideologías todo se convierte en meramente instrumental.
Como consecuencia, apreciamos un debilitamiento de todo el sistema institucional. ¿Sera eso bueno para la república?
Sin embargo, hemos sido testigos en el pasado que la excesiva ideologización puede provocar crisis políticas, pero el tiempo ha demostrado que esas crisis, a la larga, son menores que las provocadas por la excesiva instrumentalización que conlleva corrupción. Obviamente, cuando hablamos de ideología no estamos hablando de “ideologización”, que fue lo que ocurrió en Chile durante los años setenta y que termino destruyendo al estado de derecho. La definición de ideología que asumo es la de Vekemans, que expresa que “es la elaboración de criterios que permitan al hombre optar racionalmente frente a finalidades múltiples y alternativas sobre la base de una escala de prioridades”. Confundir ideología con “ideologización” es como comparar los pulmones con la pulmonía. Me permito reiterar este punto, ya que a esta connotación del concepto “ideología” me estoy refiriendo.
Como muchos tengo una visión escéptica de la democracia perfecta pues al ser obra humana hay que aceptarla con imperfecciones y crisis. En lo personal, prefiero crisis derivadas de tensiones ideológicas antes de que toda una institucionalidad desprestigiada debido a una reinante corrupción transversal propia de un sistema político instrumental.
En uno de los discursos de despedida de Jesus Fueyo (falleció en 1993) un académico citó una conversación donde el viejo catedrático mostraba su pesar ante la crisis de las categorías jurídico políticas y le preocupaba la destrucción de la política y el derecho.
Como corolario, quisiera señalar que la pérdida de las visiones ideológicas bajó el estándar para ser político, porque antes había que tener formación filosófica y política, aun cuando no se tuvieran estudios formales, ya que el partido lo exigía… en cambio hoy día…cualquiera…pues cualquiera puede serlo.
* Jaime García Covarrubias es Doctor en Ciencias Políticas y Sociología.
El presente artículo fue publicado en GeoEconomicsGPS.
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