Se discute de políticos y empresarios como dos actores que persiguen objetivos diferentes. Por una parte, el empresario solo busca acumular réditos monetarios a costa del consumidor, y por la otra, el político persigue los objetivos más nobles con el fin de mejorar las condiciones de vida del ciudadano. Sin embargo, políticos y empresarios tienen el mismo objetivo, la diferencia radica en los métodos y caminos que cada uno emplea para lograrlo. El objetivo en común es el voto. El ser elegido por los ciudadanos le brinda al empresario la oportunidad de hacerse del dinero del mismo, y al político, la posibilidad de fijar impuestos, cuotas y aranceles que equivalen también a hacerse del dinero del ciudadano, pues todos los impuestos se trasladan ulteriormente a los precios. Políticos y empresarios tienen como objetivo quedarse con nuestro dinero.
La interacción entre empresarios y consumidores es relativamente simple. El consumidor demanda bienes y servicios que satisfagan sus necesidades, y el empresario oferta soluciones para que el ciudadano (consumidor) las reciba conforme a esas necesidades y le realice una transferencia de dinero para que así ambos ganen. No obstante, la interacción entre políticos y ciudadanos no es tan clara: los ciudadanos demandan soluciones a sus problemáticas y los políticos solamente pueden ofertar promesas. El político obtiene el voto de los ciudadanos si logra convencerlos de que su promesa es mejor que la promesa de sus competidores, pero, al ciudadano dar su voto, no recibe nada a cambio diferente a esa promesa. Esta es la diferencia entre políticos y empresarios.
Para que el empresario continúe obteniendo los votos del ciudadano solo tiene tres (3) caminos: ofertar las soluciones a un menor precio, de mejor calidad o una combinación de ambos. Y estos caminos mejoran significativamente la calidad de vida del ciudadano. Los caminos que tiene el empresario para quedarse con el voto y dinero del ciudadano, ineludiblemente deben mejorarle la vida a este o no obtendrá su voto.
Para que el político continúe obteniendo los votos del ciudadano, solo tiene una (1) alternativa: cumplir la mayor cantidad de promesas posibles. Necesita recursos, y únicamente los puede obtener a partir del cobro de impuestos, mayor deuda pública (que serán impuestos futuros) o emisión primaria que se convierte en inflación, la cual, también es un tipo impositivo. El político no tiene más caminos para cumplir sus promesas que tomar recursos del ciudadano. Aquí hay un problema, contrario al empresario que brinda una contraprestación directa e inmediata, los impuestos son un pago obligatorio sin contraprestación directa, es decir, que aun cuando el político recauda impuestos del bolsillo de los ciudadanos, el ciudadano, nuevamente sin más, recibe una promesa. Mientras el empresario cumple al ciudadano y mejora efectivamente su calidad de vida por cada voto que recibe, el político simplemente puede prometer y tomar dinero del ciudadano sin darle ningún tipo de garantía de que su bienestar mejorará.
El empresario está en elecciones a diario, compitiendo permanentemente por obtener el voto de los ciudadanos a partir de las decisiones de compra de estos (consumidores) e incrementando efectivamente la calidad de vida de ellos como partícipes; son estas elecciones dirías en el mercado libre, lo que hace que los ciudadanos puedan contar con la garantía de que si el empresario no cumple, ellos lo reemplazarán. Sin embargo, cuando los ciudadanos eligen a un político, deben esperar cuatro (4) años más para poder cambiar su elección, pero las alternativas que recibirán nuevamente serán promesas que difícilmente se cumplirán.
La diferencia entre el político y el empresario radica en que el empresario debe velar por servir de la mejor manera al ciudadano garantizando una mejora efectiva en su bienestar, y el político solo debe hacer promesas y cobrar impuestos que limitan el acceso a las soluciones de los problemas más urgentes del ciudadano.
* Jair Viana es Director de Investigación de Libertank en Colombia. Es analista económico y financiero, y columnista en distintos medios, con estudios especializados en políticas públicas, crecimiento económico y estabilidad. Tiene amplia experiencia en gestión de activos, planificación financiera y macroeconometría.
El presente artículo fue publicado en El Bastión y el Diario La República, de Colombia.
Leer más artículos del mismo autor:
- Whisky: Un trago de libertad – por Jair Viana September 5, 2023
- Colombia: ICI: La evaluación definitiva – por Jair Viana May 19, 2023
- Opinión: Pobreza y desigualdad – por Jair Viana April 21, 2023
- Opinión: Socialismo al desnudo – por Jair Viana April 13, 2023
- Colombia: Dejen camellar – por Jair Viana March 23, 2023
- Colombia: Reforma laboral 2023 – por Jair Viana March 16, 2023
- Opinión: Las leyes no son un bien público – por Jair Viana February 16, 2023
- Colombia: Cambiemos el palustre – por Jair Viana February 8, 2023
- Colombia: La inflación mata – por Jair Viana February 1, 2023
- Colombia: ¿Dañar o salvar la economía? – por Jair Viana January 25, 2023