Argentina necesita de programas sociales basados en la libertad y en la igualdad ante la ley. Los políticos deben formular los métodos para su aplicación, deben volver a creer en el liberalismo como fuerza viva del mundo moderno para intentar, con decisión, transformar sus ideales en realidades.
Las reformas que se necesitan no se podrán realizar sólo con ideas, pero no serán efectivas si faltan. Para que el Gobierno sea eficaz quienes deseen el bien común, deberán actuar unidos por un ideario y objetivos afines, convencer a la gente, incluso a otras fuerzas políticas, demostrar que esas ideas y reformas son factibles y compatibles con las instituciones, poseemos lo que tendría que ser nuestra estrella fija: la Constitución. Para saber hacia dónde vamos debemos unir al esfuerzo, la coherencia, y la eficacia de ideas con valor académico, pero también practico. No se puede ir, como hace décadas, de un lado a otro, cambiando los principios para seguir las desviaciones producidas por acontecimientos políticos circunstanciales.
Se necesitan apóstoles del liberalismo que le den vigor y unidad a sus esfuerzos, que se opongan a cualquier acción ejercida contra los derechos civiles. Cuanta más libertad disfruten las personas para el desarrollo de sus facultades, más rápido será el desarrollo social y la democracia se irá restableciendo sobre principios sólidos.
SOCIALISMO
El socialismo oficial parte del desdén hacia los ideales de libertad y competencia, demuestra menosprecio por los ciudadanos a los que se considera se debe tratar como a menores. La base del gobierno es el método de cooptación, conducen sin mostrar el fin perseguido, hasta que ya sea demasiado tarde para volver atrás, parecen poseídos por los demonios, han puesto al país al borde del derrumbe, nada tiene que ver con la democracia o la libertad. Pretenden un sistema por el cual el gobierno sea el encargado de decidir por cada hombre la forma de cómo ha de trabajar, como ha de vivir.
Salvo pocas excepciones, el auxilio contra la pobreza esta en uno mismo, corresponde a cada persona proporcionarse lo necesario para él y su familia, si no puede, el Estado hace el esfuerzo de ayudarlo. Pero la mejor manera de proteger a los pobres es sacarlos de la beneficencia pública; los últimos años nos mostraron el mal de los planes excesivos, se aminoró el incentivo de emanciparse de la pobreza y de la ayuda estatal. Se suplió el esfuerzo personal con la ayuda de los demás, el verdadero camino para mejorar, es incentivar la iniciativa privada, de ese modo aumentaría la eficacia del trabajo y la remuneración regular, se incitaría a los trabajadores a velar por sí mismos, en vez de esperar el favor permanente. Contaríamos con halagüeñas esperanzas para el futuro, se iría gradualmente a una situación de independencia económica y, gracias a ello, se podrían afrontar los riesgos de la vida sin que sea a costa de los contribuyentes.
La permanente asistencia ajena destruye a la persona, la hace depender de la benevolencia de otro o del Estado, disminuye el valor del esfuerzo individual porque actúa en ambientes de desesperación.
En cambio, los derechos igualitarios los disfruta el que triunfa en la vida como el que se siente vencido. La beneficencia pública debe proporcionarse al indigente, pero su suerte debe ser menos deseable que la del trabajador independiente. No debería consistir en caridad aminorar el sufrimiento humano, salvo que sea imprescindible; todos deben trabajar, hacer algo útil para la sociedad, no se puede continuar con los planes, expoliando a quienes se esfuerzan, diariamente, por aumentar su patrimonio.
SISTEMA ERRADO
En Argentina, muchos hombres honrados, de capacidad normal, se ven imposibilitados de hallar medios de vida por medio de un trabajo útil. Ello refleja el mal gobierno actual, que les hace tropezar con infinitas dificultades, el problema encierra un sistema económico errado que necesita un cambio de rumbo. Las enseñanzas de la experiencia obligan a ser consideradas por los próximos candidatos a administrar el país: no hay alimentos módicos a pesar del control de precios, las trabas al comercio han hecho que la gente no pueda ahorrar para mantenerse ni para hacer frente a contingencias, como enfermedades, falta de trabajo o ancianidad. Este Gobierno actúa con cinismo y codicia sin que impere la razón, olvidó la responsabilidad pública, preparó el camino para la crisis general actual, pretendió curar al paciente exterminándolo. Se ve muy remota la perspectiva de independencia económica basada en la competencia individual de los trabajadores.
Nos puede salvar el próximo gobierno, si hace buen uso de la inteligencia para dominar las pasiones y, siempre y cuando la mayoría apoye las ideas y el proyecto que traiga la prosperidad de la Nación. Para ello se deben atraer voluntades, convencer a la opinión pública de cambiar de rumbo, no se podrá hacer de otro modo que generando esperanza en un futuro mejor, llevando a todos los hogares el sentimiento de responsabilidad del sufragio, el cual debe dejar de ser pasivo, como el actual, utilizado por gobernantes inescrupulosos, a su antojo.
El voto responsable libra al ciudadano de la tiranía del charlatán y del intrigante, en la aventura de vivir hemos comprobado el poder benéfico y saludable de la libertad, la responsabilidad, y la justicia, por ello hay que erradicar la práctica de intrigar con los sentimientos populares. Se debería comprender el significado de los problemas de la vida pública, abandonar la actual indiferencia, la ignorancia y la irresponsabilidad. Si la sociedad calla, el Gobierno no podrá saber cuáles son sus necesidades, por lo cual será desatendida o se cometerán errores que la afectará negativamente.
Si la fuerza que gane las próximas elecciones, se conforma con mantener el orden, tomar medidas para aminorar el delito y la violencia, garantizar el derecho de propiedad y el cumplimiento de la ley igual para todos, el resto se dará por añadidura. Los intereses privados son los que garantizan la productividad, si se termina con los controles artificiosos podrá haber más trabajo, más ocupación y de acuerdo a la capacidad de cada uno. El interés personal extiende una armonía social entre el individuo y la sociedad, por eso se debe mejorar la educación para aumentar las capacidades, y el Gobierno interferir lo menos posible en esa fructuosa relación.
UN ESTADISTA
El próximo presidente deberá ocuparse de que haya menos enfrentamientos políticos en relación con los problemas que necesitan solución, y más contribución al desarrollo de la vida civilizada mundial. Ojalá el cielo nos envié un estadista, el cual no se preocupe solo de la economía, sino también, del honor de su país, que reconozca deberes y obligaciones y no cierre los ojos ante el sufrimiento en las tiranías, que sea portavoz de la Justicia, protector de los oprimidos y un ejemplo de mandatario liberal.
No cabe duda que en la mejora del sistema democrático, las ideas liberales ejercen una influencia permanente y echan los cimientos de la prosperidad. La pregunta es si el liberalismo, que está mostrando la cara, es una ola pasajera o es una corriente constante que impondrá una unidad de acción. Y si la democracia continuara herida, manejada a su capricho por un gobierno que a cada rato muestra sus excesos, o surgirá, con entusiasmo, modelando una sociedad libre y participativa.
La experiencia nos ha mostrado que la esperanza es mejor estimulo que el temor, la confianza mejor aliada de la inteligencia, que la incertidumbre. No podemos continuar sin tener una situación más estable, para que podamos desarrollarnos con mayor eficacia, con características de una vida normal, que disminuya la carga pesada que cada argentino lleva en su vida.
* Elena Valero Narváez es historiadora, analista política y periodista. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia y Miembro del Instituto de Economía de la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Premio a la Libertad de Fundación Atlas 1853. Autora de “El Crepúsculo Argentino”, publicado por Editorial Lumiere en 2006.
El presente artículo fue publicado en La Prensa de Argentina.
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