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El próximo domingo 13 de marzo, Colombia definirá su futuro, al elegir Senadores y Representantes al Congreso de la República para el período 2022-2026. En simultáneo se celebrarán las consultas en tres de las coaliciones políticas, para escoger sus candidatos para los comicios presidenciales del 29 de mayo. Ellas son: Equipo por Colombia de centroderecha (cinco precandidatos), la Coalición de la Esperanza de centroizquierda (cinco precandidatos), y el Pacto Histórico de izquierda radical (cinco precandidatos), aunque a decir verdad este grupo no requeriría tal consulta, pues el precandidato Gustavo Petro tiene la escogencia asegurada en esa tolda por un amplio margen. Se presentarán como candidatos individuales a la primera vuelta Oscar Iván Zuluaga por el Centro Democrático (uribismo), Rodolfo Hernández, independiente, e Ingrid Betancourt por el partido Verde Oxígeno.
Serán así, en principio, seis los candidatos que compitan por la presidencia de Colombia en mayo, y de no haber ganador en primera vuelta como es previsible, se realizaría una segunda vuelta electoral para el día 19 de junio. La selección de los candidatos de las mencionadas coaliciones ha sido demorada, y en mi opinión ha debido ocurrir durante el año 2021, pues como resultado, se le dio un amplio espacio al candidato Petro para actuar prácticamente solo en el escenario electoral y adelantar su campaña sin rivales, todo lo cual lo ha beneficiado para continuar punteando en las encuestas realizadas hasta el presente. Es cierto que la verdadera campaña se inicia el día posterior al 13 de marzo, ya con la carta de candidatos definida, pero les quedará apenas un mes y medio antes de la celebración de la elección presidencial, tiempo ciertamente corto para desplegar campañas electorales con la seriedad, profundidad y propuestas que merecen.
Fue a todas luces inconveniente que el segmento de centroderecha: Equipo por Colombia y el Centro Democrático no hayan ido juntos a la consulta primaria, debido al rechazo de uno de los precandidatos de la coalición a la participación de Oscar Iván Zuluaga en dicho Equipo. Como consecuencia de ello, esa orientación política llegará dividida a la primera vuelta, favoreciendo más las posibilidades del candidato Petro, salvo que antes se produzcan decisiones no previsibles.
Pero antes de analizar los comicios presidenciales, que al fin de cuentas son posteriores, insistamos en el más importante y cercano de los eventos: la elección del Congreso el próximo domingo. Suele haber en el electorado colombiano cierto desdén respecto de ese proceso, y la abstención suele ser alta, sea por el desgaste de imagen del parlamento y de los partidos, o porque se percibe que los candidatos aparecen cada cuatro años en la búsqueda de votos y luego se olvidan del electorado. Eso puede ser cierto, y merece corrección, como también es cierto que el tamaño del Congreso es costoso, macrocefálico y debe ser reducido. De hecho, compárese el Senado de los Estados Unidos, un país de 330 millones de habitantes, con 100 Senadores, y Colombia con 50 millones de habitantes, 118 Senadores, y apenas el 15% de la población del país del norte.
Con todo, en esta oportunidad las cosas son diferentes. En la conformación del Poder Legislativo para el próximo cuatrienio, Colombia se juega su destino, más aún cuando la izquierda radical puntea en las encuestas electorales para la presidencia. El Congreso tiene todo el poder, con las debidas mayorías, para modificar la Constitución o hacer lo que a bien tenga por la vía legislativa. Por ello, es importante que, independientemente de las simpatías de cada uno, se elijan Senadores y Representantes a la Cámara limpios, comprometidos con la democracia, el régimen de libertades, el respeto al Estado de Derecho, la economía de mercado socialmente responsable, y con una senda de progreso para el país en todos sus ámbitos. No se puede jugar con ello.
Aún a riesgo de ser reiterativo, véase de cerca el ejemplo venezolano como un camino que hay que evitar. Allá Chávez convocó a una Asamblea Nacional Constituyente por caminos de dudosa legalidad, y rápidamente se conculcó la independencia de los poderes. La Asamblea Nacional de mayoría oficialista le concedió poderes extraordinarios al presidente para legislar mediante decretos-leyes, y terminó implantándose un sistema totalitario de orientación castro comunista. Chile parece ir por el mismo camino con su Asamblea Constituyente. Pero en Perú, el presidente Pedro Castillo al no contar con una mayoría, el Congreso le ha hecho contrapeso, incluso para impedir el propósito de Castillo y sus seguidores, de utilizar el mismo guion de recurrir a una Asamblea Nacional Constituyente, amén de que el Congreso ejerce un firme control político a las decisiones del gobierno, incluyendo la designación de equipos ministeriales sin credenciales y con varios ministros cargados de prontuarios judiciales.
De allí mi más vehemente llamado, con corazón grancolombiano, tras vivir tan de cerca la tragedia venezolana, a que la población ejerza su derecho al voto el próximo domingo, y que resguarde el futuro del país eligiendo un buen Congreso. ¿Qué no hay por quién votar? En las distintas toldas políticas de orientación democrática hay caras nuevas, de jóvenes brillantes, luchadores y con amor por la patria. Si hay pues gente buena a quien escoger.
Luego vendrá la gran batalla por la presidencia de la República en mayo. Quizás nunca antes Colombia se ha encontrado ante una disyuntiva tan crucial para su destino como nación. Un rumbo u otro puede significar o el camino del abismo, si se opta por el populismo radical, como lo propician las fuerzas más negativas a nivel nacional o internacional, o bien asegurar un futuro bajo un clima de desmonte de odios, de búsqueda de entendimientos en torno a lo fundamental, de lucha contra la violencia, y de aseguramiento de reglas favorables al desarrollo nacional, única vía para reducir el desempleo, la inequidad y la pobreza.
No duden, colombianos: el porvenir está en sus manos. Jóvenes: sepan discernir, pues los años venideros son precisamente los suyos.
* Dr. Pedro Carmona Estanga, Doctorado en Economía de la Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas (ESEADE) de Buenos Aires, Argentina. Master y Especialista en Docencia Universitaria por la Universidad Sergio Arboleda, Bogotá, Colombia. Licenciado en Economía de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) de Caracas, Venezuela. Profesor titular en la Prime Business School de la Universidad Sergio Arboleda de Colombia. Diplomático, negociador, líder empresarial y gremial, ex-miembro de juntas directivas de varias empresas industriales en Venezuela. Director de la Maestría en Gestión Energética y del Instituto de Hidrocarburos, Minas y Energía de la Universidad Sergio Arboleda.
El presente artículo fue publicado en Economía & Política – PCE.
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