Luis Guillermo Vélez

Colombia: Los policías: los verdaderos gestores de paz – por Luis Guillermo Vélez

En la vigésima primera edición del Diccionario de la Lengua Española de la RAE de 1992 aparece, como su primera acepción, la definición primigenia de la palabra policía, a saber:

“Buen orden que se observa y guarda en las ciudades y repúblicas, cumpliéndose las leyes u ordenanzas establecidas para su mejor gobierno”.

El María Moliner de 1990 da, como segunda acepción, una definición similar:

“Buena marcha en las ciudades o estados, dentro de las ordenanzas y las leyes”

La palabra Policía, similar en casi todas las lenguas occidentales, procede del latín “Politía” y del griego “Politeia”, y se refiere, como ha quedado dicho, al estado ordenado de la república – la Polis – resultante del cumplimiento de la ley. Por eso, la expresión “vivir en policía” significa vivir en orden, vivir en paz.

La acepción corriente – cuerpo encargado de velar por el mantenimiento del orden público y la seguridad de los ciudadanos, bajo las órdenes de las autoridades políticas – es más reciente puesto que las organizaciones policiacas modernas surgen a finales del siglo XVIII y principios del XIX, en Inglaterra y otros países de Europa y luego en Estados Unidos y Canadá.

En Colombia, bajo el gobierno del presidente Carlos Holguín, la policía es creada, por el decreto 1.000 de 1891, como dependencia del Ministerio de Gobierno, al que se le encomienda “organizar un cuerpo de policía nacional que se encargue de los servicios de orden y seguridad (…) bajo la dirección del profesor contratado en Francia”, se lee literalmente. El profesor en cuestión era el comisionado Marcelino Gilibert, quien dirigirá la institución hasta 1906.

A lo largo de su historia la Policía Nacional de Colombia ha enfrentado grandes retos como el bogotazo, décadas de violencia guerrillera y, más recientemente, la toma violenta de las ciudades por los mercenarios de la primera línea a sueldo del ELN. Por su adhesión con los valores republicanos y su lealtad con las autoridades civiles, la policía ha sido objeto de los más violentos ataques de la izquierda y sus activistas enquistados en los medios de comunicación, con el claro propósito de minar su moral y su determinación de combatir los criminales.

Cuando está en la oposición, la izquierda ataca a la policía como supuesto instrumento de opresión al servicio del capital; cuando está en el poder busca convertirla en su verdadero instrumento de opresión, convertirla en policía política. Ojalá esta no fuera la pretensión del gobierno de Petro Urrego, pero sus ofensas a la institución – desmantelamiento de la cúpula, presupuesto miserable y exaltación de los criminales que la atacan – indican todo lo contrario.

El presupuesto de la Policía es ridículamente bajo: 13 billones en total, 12 para funcionamiento. Decir que una suma equivalente al 10% de ese presupuesto se destinará al subsidio de 100.000 pandilleros, es un despropósito en cualquier sentido, pero, sobre todo, una humillación para los verdaderos gestores de paz: los policías de Colombia.

* Dr. Luis Guillermo Vélez, es doctor de tercer ciclo en Ciencias Económicas de la Universidad de París X. Se desempeña como profesor en la Universidad EAFIT de Medellín, Colombia. Desarrolla actividades de consultoría para la Asociación Nacional de Empresas de Servicios Públicos, Andesco, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco Mundial, Bancoldex, ASOCODIS, ACOLGEN y la Fundación Give to Colombia, entre otras organizaciones.

El presente artículo fue publicado en el periódico El Colombiano, de Colombia.

 

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