Roberto Cachanosky

Argentina: Los argentinos somos máquinas serviles de impuestos – por Roberto Cachanosky

A 169 años desde que Juan Bautista Alberdi escribiera el Sistema Económico y Rentístico seguimos siendo un país de complexión fiscal.

El pasado 1 de mayo, se festejó el Día del Trabajador, pero también fue otra fecha importante, el 1 de mayo de 1853 Justo José de Urquiza sancionó la Constitución Nacional de 1853 que fue sancionada por la Convención Constituyente reunida en Santa Fe y fue la que le dio a la Argentina las bases institucionales para ser un país que pasó de ser un desierto, a una potencia económica a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, hasta que llegó el Estado intervencionista, estatista y “benefactor”.

Como dice Juan Bautista Alberdi en el Sistema Económico y Rentístico: “el gobierno fue creado para ser el guardián y centinela de los derechos del hombre, el primero de los cuales es el derecho al trabajo, o bien sea la libertad de industria”.

Si bien la obra más conocida de Juan Bautista Alberdi es “Bases y puntos de partida para la organización política de la República de Argentina”, otro de sus libros de gran relevancia sobre el espíritu de la Constitución Nacional de 1853, es el “Sistema Económico y Rentístico de la Confederación Argentina según su Constitución de 1853″, publicado en 1854. En rigor, con la destrucción que hubo en nuestro país de la historia y de la educación, actualmente los jóvenes no saben quién fue Alberdi, qué libros escribió y mucho menos van a conocer El Sistema Económico y Rentístico.

En nuestro país se enaltecen asesinos como “el Che” o dictadores como Chávez y Fidel, pero se ignoraron celebridades como Juan Bautista Alberdi. Es que Juan Bautista Alberdi representa las ideas liberales que fueron las que hicieron grande Argentina. Esa Argentina que atrajo inmigrantes que venían a buscar un futuro por las reglas de juego que imperaban. Las reglas de juego de un estado limitado, libertad de industria, comercio y trabajo. Un país que atraía inversiones.

En el Sistema Económico y Rentístico, dice Juan Bautista Alberdi: “Hasta aquí el peor enemigo de la riqueza del país ha sido la riqueza del Fisco. Debemos al antiguo régimen colonial el legado de este error fundamental de su economía española. Somos países de complexión fiscal, pueblos organizados para producir rentas reales. Simples tributarios o colonos, por espacio de tres siglos, somos hasta hoy la obra de ese antecedente, que tiene más poder que nuestras constituciones escritas. Después de ser máquinas del fisco español, hemos pasado a serlo del fisco nacional: he ahí toda la diferencia. Después de ser colonos de España, lo hemos sido de nuestros gobiernos patrios: siempre estados fiscales, siempre máquinas serviles de rentas, que jamás llegan, porque la miseria y el atraso nada pueden redituar”.

Y agrega unos párrafos más adelante: “El moderno régimen está en nuestros corazones, pero el colonial en nuestros hábitos, más poderosos de ordinario que el deseo abstracto de lo mejor”.

En definitiva, Alberdi nos está diciendo que el espíritu de la Constitución está en el papel, pero el hábito de los argentinos sigue siendo el que regía cuando fuimos colonia española.

A 169 años desde que Juan Bautista Alberdi escribiera el Sistema Económico y Rentístico seguimos siendo un país de complexión fiscal. Somos máquinas serviles de rentas.

Después de ser máquinas del fisco español, hemos pasado a serlo del fisco K. En nombre de la santa recaudación impositiva se violan los derechos más elementales de los ciudadanos y el que no acepta ser tratado como un esclavo al cual se le confisca casi todo lo que produce y se revela contra esa violación de los derechos humanos a disfrutar del fruto de su trabajo, resulta que el que viola los derechos humanos, es decir el Estado, se pone en acusador y el esclavo que se rebela contra la opresión del estado k es acusado de evasor impositivo y de no tener sentido de la solidaridad porque, según el discurso de moda, nos esclavizan en nombre de la solidaridad social.

La enorme carga impositiva que recae sobre los que producen ha generado una gran pobreza en Argentina porque espantan las inversiones.

Según el trabajo del Banco Mundial, Doing Business, que calcula cuánto se lleva el Estado en impuestos de las ganancias de una empresa, Argentina está segunda, luego de la isla de Comoras. Aquí el Estado se queda con el 106% de las utilidades de una pyme, esto es se queda con toda la ganancia y parte de su capital.

Bajo estas condiciones las inversiones van hacia países con menor carga impositiva y previsibilidad en las reglas de juego. Esto quiere decir que las empresas no solo ya no vienen a la Argentina, sino que se van y no se generan puestos de trabajo.

Aparece, entonces, la desocupación y la pobreza que el Estado, en todos sus niveles, quiere “solucionarla” con planes sociales, empleo público y todo tipo de más gasto que se traduce en mayor carga impositiva, dando lugar a un círculo vicioso.

EXIGENCIAS AL RECAUDADOR

Así, con esta locura “distribucionista” en la que los políticos han decidido que solo ellos tienen sentido de la solidaridad y el resto de los ciudadanos son unos cretinos a los que hay que sacarle la plata por la fuerza vía impuestos, al sistema tributario se le pide 3 cosas:

1) Que genere recursos para el fisco;

2) Que asigne los recursos productivos; y

3) Que redistribuya el ingreso.

Dejo el punto 1) de lado porque no requiere de demasiadas explicaciones. Hay que pagar impuestos para mantener al barril sin fondos que es el Estado.

Respecto al punto 2), el sistema tributario asigna recursos cuando, por ejemplo, aplica impuestos altos a algún insumo y menos a otros. Cuando el Estado, en nombre de la solidaridad social, pone muchos impuestos a la nómina salarial, lo que logra es hacer artificialmente caro el trabajo en blanco, por lo tanto, la gente prefiere trabajar en negro para recibir más; o bien el empresario opta por reemplazar mano de obra por máquinas, las que, por cierto, no le hacen huelgas, ni genera conflictos sectoriales.

Otro ejemplo que podría darse sobre el punto 2) es el caso de los aranceles de importación. Cuando el Estado pone derechos de importación altos para los bienes de consumo y bajos para los bienes de capital, lo que hace es forzar la producción interna de los primeros no tanto la de bienes de inversión.

El otro ejemplo son los impuestos a las exportaciones, que castigan al que vende al resto del mundo, eso hace que el país se aísle del mundo y deteriore la productividad y el nivel medio de los salarios reales.

Respecto al punto 3) el ejemplo más categórico es el del Impuesto a las Ganancias, que castiga al que más gana como si ser más eficiente y abastecer mejor las necesidades de los consumidores fuera malo para el país y su gente. En Argentina todo aquél que es exitoso, por lo menos es sospechoso de delincuente y tiene que ser castigado impositivamente. Progresar por el esfuerzo y el trabajo está mal visto hoy por algunos políticos.

Antiguamente los monarcas cobraban altos impuestos a sus súbditos para financiar sus guerras de conquistas territoriales. Hoy en día los políticos elegidos por el voto suelen comportarse como los antiguos monarcas, pero ahora para financiar sus políticas populistas que le brinden votos para perpetuarse en el poder.

La salvaje carga tributaria que hoy soporta el contribuyente argentino, tanto a nivel nacional, provincial como municipal, no es otra cosa que la contrapartida de un gasto público alto e ineficiente que, fundamentalmente, está orientado a sostener políticas populistas, pero no, como dice Juan Bautista Alberdi, “a ser el guardián y centinela de los derechos del hombre, el primero de los cuales es el derecho al trabajo, o bien sea la libertad de industria”.

* Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía por la Universidad Católica Argentina. Profesor titular de teoría macroeconómica en el máster de Economía y Administración de Empresas del Centro de Estudios y Capacitación Empresarial y de economía aplicada en el máster de Economía y Administración del Instituto universitario. Es columnista del diario La Nación. En la actualidad se desempeña como consultor económico y edita un semanario económico en Internet llamado Economía para todos (EPT).

El presente artículo fue publicado en Infobae de Argentina.

 

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