Si no logra perpetuarse en el poder – acabando con la libertad económica, el estado de derecho y la democracia representativa – Petro le hará a Colombia la gran contribución de enseñarles con sangre a millones de ciudadanos el valor de esas tres instituciones sobre las cuales, a pesar de su precariedad, reposa nuestro bienestar.
Lo que está ocurriendo en Colombia – y en América Latina desde hace varias décadas – es expresión de la “trampa del ingreso medio” o “paradoja del desarrollo”, de acuerdo con la cual, en una economía en expansión, las expectativas de bienestar crecen más rápidamente que la capacidad de satisfacerlas, razón por la cual, en muchas personas, surge un sentimiento de envidia y frustración frente a la condición de aquellos que aprovechan mejor las oportunidades del mercado. Esto tiene un gran impacto sobre la situación política pues esos sentimientos son el caldo de cultivo de discursos demagógicos como el de Petro.
La dirigencia política no entendió el fenómeno que se estaba viviendo y, en lugar de contenerlo, hizo suyo el discurso del demagogo y, sobre la base de una exigua renta petrolera, montó un sistema de asistencialismo monetario que alentó entre la gente el sentimiento de que bastaba solo con “voluntad política” para superar por la acción del gobierno la pobreza y la desigualdad. Durante años, los gremios económicos cortejaron al demagogo y los medios lo convirtieron en estrella rutilante del firmamento político proyectando su imagen de redentor social.
Increíblemente, parte de las elites políticas, económicas y gremiales – haciendo caso omiso de la trayectoria de Petro, de su discurso anticapitalista, del contenido de su programa, en fin, de sus afinidades con los regímenes totalitarios de Cuba y Venezuela – todavía insisten en verlo como un socialdemócrata bien intencionado cuyas propuestas de “cambio” podrían traer “justicia” en un sistema económico que erróneamente creen intrínsecamente malo.
Petro está demostrando, cada día con mayor contundencia, que, después de pasar más de cuatro décadas buscando llegar al poder, no piensa renunciar a su proyecto marxista de acabar el capital y llevar el consumo al nivel de lo necesario, lo que no puede hacerse en libertad. Pruebas de ello son su decisión de purgar el gabinete de ministros moderados, de pasar por encima de los partidos para negociar al menudeo clientelista la aprobación de sus reformas y sus frecuentes llamados a la acción directa.
En 2026, al finalizar el mandato constitucional de Petro, dos escenarios son posibles:
1. Venezuelanización: una situación económica muy deteriorada y la extrema izquierda consolidada en el poder;
2. Libres, pero sin fondos: economía igualmente deteriorada pero la extrema izquierda políticamente derrotada.
La materialización de uno u otro escenario depende, fundamentalmente, de que los ciudadanos y sus líderes políticos, gremiales e intelectuales entiendan que Petro no renunciará jamás a implantar su proyecto totalitario pero que aún no controla todos los factores de poder. Se impone, en consecuencia, la resistencia política, jurídica y gremial, cada vez más radical, y una continua y vigorosa presencia en las calles.
* Dr. Luis Guillermo Vélez, es doctor de tercer ciclo en Ciencias Económicas de la Universidad de París X. Se desempeña como profesor en la Universidad EAFIT de Medellín, Colombia. Desarrolla actividades de consultoría para la Asociación Nacional de Empresas de Servicios Públicos, Andesco, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco Mundial, Bancoldex, ASOCODIS, ACOLGEN y la Fundación Give to Colombia, entre otras organizaciones.
El presente artículo fue publicado en el periódico El Colombiano, de Colombia.
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