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¿El momento de Ecuador? – por Jorge Calderón Salazar

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Si bien a la interna, el gobierno ecuatoriano debe sortear algunos obstáculos sociales, sanitarios, económicos y políticos, es innegable que las ansias de reactivación económica, colaboración entre los sectores públicos y privados, activaciones de mesas de diálogo con los diversos actores de la sociedad civil, nivel de aprobación del Presidente, avance acelerado en el plan de vacunación, entre otros aspectos, son factores positivos que redundan en la imagen positiva del país de cara a atraer inversiones; pero no es menos cierto que no estamos en una competencia de un solo corredor, porque todos los países buscan ser imanes para la inversión extranjera, pero en los actuales momento se teje una coyuntura regional, que podría favorecer al Ecuador, en tanto se realicen las reformas necesarias y pertinentes (tributarias, laborales, seguridad social, entre otras).

Por ello es vital avanzar en las reformas para aprovechar las oportunidades que podrían darse, pues en los últimos años se evidencia un cambio político, que por la experiencia vivida derivará en crisis en algunos países, pero será la oportunidad para otros, y es que la corriente de izquierda “nacionalista/socialismo del siglo XXI” nuevamente toma bríos a lo largo de América Latina, en la que los ciudadanos ven nuevamente “mesías” que llegarán a resolver sus problemas. Cada país tiene derecho a buscar su camino, y en ese proceso tropezarse con los obstáculos que sembraron con antelación y que pensaron no tendría consecuencias, al parecer la amnesia colectiva vuelve a presentarse, y en ese escenario es que pueden darse interesantes perspectivas para el país.

Y ¿por qué sería el momento de Ecuador? Pues veamos lo que sucede en América Latina; Venezuela es un estado fallido, después de más de 20 años de políticas económicas tenemos un país postrado en la pobreza casi absoluta, con condiciones sociales y sanitarias denigrantes, toma de todos los poderes del Estado a través de las diferentes maniobras antidemocráticas de Chávez y Maduro, que ha traído consigo una de las mayores corrientes migratorias del mundo que incluso amenaza la estabilidad democrática de los países vecinos, adicional a ello una industria petrolera y estructura económica al borde del desastre que lleva a que sea el último país en recepción de inversión extranjera (casi nula). Argentina, lamentablemente tuvo un traspié, derivado de la políticas gradualistas del gobierno del expresidente Macri que no le permitieron resolver los problemas que aquejaban a ese país y que heredaron del Kirchnerismo, y a eso se agrega los nuevos problemas que surgieron en el contexto internacional, que agravó su situación económica, trayendo consigo el resurgimiento de los “mesías”; ya con casi dos años de gobierno de Alberto Fernández se observa cómo va a la deriva otra vez con las mismas recetas: controles de precios, escasez de productos, aumento de cargas impositivas, incremento del desempleo, etc.

Todo lo anterior provoca que se deje de ser atractivos a la inversión extranjera, reflejado en la salida de empresas extranjeras, y veremos nuevamente a Argentina dirigirse a la hecatombe social y económica. Definitivamente no se aprende del pasado, que al parecer es el mal de nuestras sociedades.

Continuando con el recorrido, hay un segundo grupo de países que están atravesando procesos eleccionarios para elegir presidente desde finales del 2020 y hasta el primer semestre del 2022, en este pelotón tenemos: Bolivia, Chile, Perú, Colombia y Brasil (se exceptúa a Ecuador), su principal coincidencia es el avance de las corrientes de izquierda nacionalista y de extrema izquierda (alineadas en gran medida al socialismo del siglo XXI). En el caso de Bolivia, el delfín de Morales recuperó el poder para el partido MAS y profundizará el modelo que llevaba a cabo su antecesor, la falta de acuerdos en el gobierno de transición y la no alienación en un gran frente nacional, permitió que esto suceda. Si bien el actual presidente de dicho país, fue el ministro de economía de Morales, y tuvo relativa prudencia en el manejo económico, la inversión extranjera no creció y se mantiene estancada desde hace varios años, derivado de la inseguridad jurídica y el tinte nacionalista del gobierno.

Por otro lado, Perú eligió a Pedro Castillo como su presidente en unas estrechas elecciones, si bien se observa cierto desmarque que quiere realizar el actual mandatario de las beligerantes posiciones de su partido Perú Libre y su líder (Vladimir Cerrón), poco o nada podrá lograr; a eso se le suma que no tiene una mayoría en el legislativo, su programa económico nacionalista no es bien visto por los inversionistas e incluso por amplios sectores ciudadanos del Perú que se refleja en el alto nivel de desaprobación en las primeras semanas de su gobierno, que ha llevado a una dramática devaluación de la moneda, así como también fuga de capitales, y pausas en la inversión extranjera. Nuestro vecino del sur que ha sido en los últimos años referente económico, logrado a través del respeto a la institucionalidad (a pesar de los diversos tintes ideológicos de sus variados gobernantes) ve en los actuales momentos la mayor lucha para mantener el orden jurídico ante la afrenta de “refundar el país” que siempre resulta ser la excusa perfecta para tomarse lo poderes del Estado, mostrando que Castillo, Cerrón y Perú Libre son los únicos capaces de hacerlo.

Chile viene desde el 2019 enfrentando dramáticos escenarios sociales, que iniciaron a finales del 2019 y que ni la pandemia pudo contener, que han derivado en la elección y conformación de una Asamblea Constituyente que redacta una nueva constitución, donde la mayoría de sus miembros son acérrimos enemigos de la apertura comercial y que miran más hacia el crecimiento económico endógeno a través del gasto público excesivo de un omnipresente Estado paternalista; por lo que el próximo gobierno chileno, que se proyecta de izquierda radical, y que las elecciones seccionales dejaron ver la antesala del escenario presidencial que se avecina, por ende se alejarán de las bases que permitieron a este país de la estrella solitaria alcanzar los niveles de crecimiento y desarrollo exhibidos hasta ahora. Lejos están la visión de país que promovieron los gobiernos de Concertación (centro e izquierda moderada) y de derecha que fueron pragmáticos y apegados a lineamientos de largo plazo, sin duda hay brechas que reducir, pero esperemos se realicen en el marco del respeto a las leyes y de un entorno globalizado.

Para el 2022, existen altas probabilidades de que Colombia y Brasil corran con similar suerte, ambos países tendrán contiendas presidenciales en el primer semestre; empecemos por Brasil donde el expresidente Lula Da Silva encabeza las encuestas contra el actual presidente Jair Bolsonaro, en el gobierno del expresidente brasileño el manejo económico fue de relativa apertura y respeto a las libertades, no es menos cierto que los actos de corrupción evidenciados perjudicaron el accionar de su gobierno y el de Dilma, trayendo consigo una crisis política. En todo caso, a menos que exista un viraje importante, se conoce de antemano la orientación económica que aplicarían cualquier de los dos.

Ahora bien, Colombia no es igual, a menos de un año de las elecciones presidenciales, el izquierdista Gustavo Petro encabeza la intención de voto y si bien su candidatura aglutina un importante descontento social, también conllevaría un retroceso en materia económica, pues apunta al aumento del gasto público para fomentar el crecimiento económico, así como también revisar la política de apertura comercial, aumento de cargas impositivas y demás recetas que no han dado resultados en otros países; insisto cada país tiene “derecho” a explorar su propio camino al desastre. Si genera preocupación pues es uno de los principales socios comerciales del Ecuador.

Otros países, como Guyana, Guayana Francesa y Surinam, tienen un muy limitado peso económico en Latinoamérica, lo que suceda en sus economías no impactaría mucho en el contexto continental; siendo sus principales actividades económicas la explotación de recursos naturales y el turismo. Y en el último grupo tenemos a Uruguay, Paraguay y Ecuador que guardan algunas coincidencias, tales como, ser los más pequeños de habla española de Latinoamérica, cuentan con gobiernos que promueven abiertamente la apertura comercial y el mercado, entre otros factores; un inversionista ante este escenario optaría por estos países para colocar sus capitales, pero se restringe aún más el espectro descontando a Paraguay, que carece de condiciones favorables especialmente de infraestructura y posición geográfica; por ende dado las condiciones políticas, geográficas, y económicas, Ecuador y Uruguay serían un interesante polo de atracción de inversiones, de ahí que es el momento del país para realizar las reformas necesarias con mayor celeridad para aprovechar la coyuntura a nivel continental; definitivamente lo que para otros países serán crisis (a sabiendas de que reconocen que será así, pero la voluntad de una mayoría ciudadana que olvida fácilmente la corrupción, el mal manejo político y económico, la toma de poderes de Estado, etc.) derivará en una oportunidad para el nuestro.

Ante este escenario, no realizar las reformas necesarias será responsabilidad de determinados sectores políticos, que antes de apoyar una agenda de país, privilegian las agendas personales y partidistas, ya vemos ejemplo de aquello con la resolución contra la adhesión del Ecuador para su retorno al CIADI, obstaculizar las investigaciones de corrupción de la Contraloría (y de otros casos) y demás acciones que solo perjudican la seguridad jurídica del país. Ecuador, veamos la crisis como oportunidad, nos llegó el momento; el escenario continental jugará a nuestro favor, pudiendo al fin encumbrar al país en la senda de crecimiento y desarrollo económico.

* Jorge Calderón Salazar es Economista (UCSG), Maestría en Administración de Empresas por la UEES y un Master of Management por Tulane University. Rector del Instituto Superior Tecnológico Argos, Consultor, Analista y Coach Económico, y Emprendedor. Miembro de la Junta Directiva del Thomas Jefferson Institute for the Americas de los Estados Unidos. Miembro del Foro Libertad y Prosperidad (Instituto Ecuatoriano de Economía Política) y del Consejo Asesor Internacional – Capítulo Ecuador de la ONG Mujeres Líderes Políticas, Embajador de la ciudad de Guayaquil para Congresos y Convenciones por la Empresa Pública de Turismo de Guayaquil; Profesor de postgrado de Escritura Académica, Análisis Económico Mundial y Metodología de la Investigación en diferentes universidades de país. Analista Económico en varios medios de comunicación nacional e internacional. Articulista en la Revista Comercio de la Cámara de Comercio de Guayaquil y Diario El Correo (Machala).


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