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Todo parece indicar que cada vez se impone más la idea de hacer una reforma monetaria para volver a tener moneda y terminar con los períodos de alta inflación a los que estamos sometidos.
Salvo el actual oficialismo que cree que puede seguir aplicando el impuesto inflacionario eternamente y no advierte la huida del peso, el resto sabe que algo hay que hacer al respecto.
¿Cuáles son las opciones para volver a tener un sistema monetario?
Juntos por el Cambio parece inclinarse por cambiar la carta orgánica del BCRA, que es una ley, y establecer una verdadera independencia del Banco Central para que dicha institución se concentre en defender el valor del peso.
Considerando el destrozo monetario al que ha sido sometida la Argentina y, en particular, a la escasa inclinación que tienen los políticos por respetar las leyes que ellos mismos dictan, esta alternativa luce muy poco viable. En última instancia, la propuesta de Juntos por el Cambio parece olvidar que en Argentina la misma dirigencia política sancionó primero la ley de convertibilidad y luego la derogó sin más. Y que esa misma dirigencia política sancionó una ley de intangibilidad de los depósitos y a los pocos meses establecía un corralito y luego los pesificaba.
No hay que olvidarse que hoy en día los sistemas monetarios del mundo están basados en la confianza que la gente tiene en las instituciones jurídicas, políticas y económicas del país emisor. Hasta que en Argentina esas instituciones vuelvan a tener la confianza de la gente, va a pasar mucho tiempo y, por lo tanto, luce poco realista pensar en que un simple cambio de la carta orgánica del BCRA vaya a despertar confianza en el peso como moneda en el estricto sentido de la palabra.
Es más, ya cuando estaba en funcionamiento la convertibilidad, los depósitos del sector privado en el sistema financiero en dólares representaban el 50% como mínimo y hasta un máximo del 70%, del total de los depósitos privados. En otras palabras, aun con la convertibilidad la gente seguía prefiriendo el dólar. El peso era un simple recibo de los dólares que el BCRA tenía en las reservas respaldando la base monetaria.
De manera que no luce como una verdadera solución cambiar la carta orgánica del BCRA para resolver el problema de la desconfianza en el peso, porque la gente no es que no cree en el BCRA, no cree en que la dirigencia política vaya a cumplir con las leyes que ella misma establece.
La otra opción es ir a una dolarización. Esta alternativa parece complicada hoy en día porque el BCRA no tiene prácticamente reservas propias. En el mejor de los casos, las netas estarán en los US$ 7.000 millones contra $ 7,6 billones de pasivos a rescatar entre base monetaria, LELIQs y PASES NETOS. El primer problema es que el tipo de cambio de conversión superaría los $ 1.000 por dólar con el riesgo de establecer un tipo de cambio arbitrario a la hora de dolarizar. Esto quiere decir que podría afectar el flujo de comercio exterior dependiendo de si el tipo de cambio de conversión se pone muy alto o muy bajo. Además, implicaría establecer otra moneda de curso forzoso, en este caso el dólar.
Tal vez la mejor opción que hoy puede tener Argentina para restablecer un sistema monetario lo más rápido posible consista en quitarle el curso forzoso al peso y darle curso legal al resto de las monedas, es decir, establecer un sistema de competencia de monedas en el que todo indica que la gente va a terminar eligiendo al dólar como medio de intercambio y reserva de valor.
En ese sentido no hace falta decir que hay que dinamitar el Banco Central, eso está bien para el discurso de barricada, pero es poco serio desde el punto de vista intelectual. Lo más conveniente, incluso desde el punto de vista político, es establecer esa competencia de monedas y dejar que la gente dolarice de hecho la economía. No habría argumento posible de parte de los defensores del curso forzoso del peso ante esta medida, porque sería la misma gente la que estaría dolarizando la economía.
Si el BCRA no produce una moneda de buena calidad, muere sólo, como una fábrica de hamburguesas que produce un producto de mala calidad que la gente no demanda. No hace falta dinamitarlo, sometiéndolo a la competencia, desaparece.
Por otro lado, la clave está en tener las cuentas del sector público en orden, aunque también es importante resaltar, que en última instancia, es más relevante el nivel de gasto público que el nivel de déficit fiscal. Es preferible un déficit fiscal del 2% de PBI con un gasto público del 15% del PBI, que equilibrio fiscal con un gasto público del 47% del PBI, porque la contrapartida de semejante gasto público es la presión impositiva, la emisión monetaria o el endeudamiento del sector público.
Adicionalmente a un sistema de competencia de monedas, se debería autorizar transacciones locales con transferencias de fondos en el exterior. Es decir, los argentinos tienen miles de millones de dólares depositados en el exterior en blanco y no piensan traerlos porque tienen miedo a que el estado se los confisque. Esto hace que esos miles de millones de dólares financien el consumo y la inversión de los países desarrollados donde están depositados en vez de financiar la actividad económica interna.
¿Por qué no generalizar los pagos en el exterior con esos fondos por operaciones que se hagan localmente? Juan le compra el auto a José y le paga de su cuenta en Nueva York a la cuenta de José en Nueva York, Miami, o donde tenga la cuenta.
Esto permitiría utilizar recursos enormes para movilizar la economía interna en forma inmediata, sin que los dueños de esos recursos asuman el riesgo de traer su dinero a la Argentina por el miedo a ser confiscados.
En síntesis, tal vez hoy más que dolarizar habría que establecer una competencia de monedas que terminaría en una dolarización de hecho llevada a cabo por la misma gente.
Mientras tanto si quieren intentar con una reforma de la carta orgánica del BCRA no hay problema, no es lo ideal, pero se puede implementar y ver si alguien demanda el peso sin tener curso forzoso y compitiendo con otras monedas.
Por último, es importante aclarar que ninguna reforma monetaria resuelve los problemas estructurales de la economía argentina. Una reforma monetaria no evita tener que hacer la reforma del estado, la impositiva, la laboral, la desregulación de la economía, y la integración de la economía al mundo.
Así como un acuerdo con el FMI o el acceso al financiamiento del mercado voluntario de deuda, no son sustitutos de las reformas estructurales, la reforma monetaria tampoco resuelve mágicamente el resto de los problemas estructurales. Es solo uno de los pilares de todo un plan económico que hay que aplicar en forma integral y de manera simultánea. Esto es lo que realmente se llama política de shock. Generar un shock de confianza con medidas estructurales y consistentes.
* Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía por la Universidad Católica Argentina. Profesor titular de teoría macroeconómica en el máster de Economía y Administración de Empresas del Centro de Estudios y Capacitación Empresarial y de economía aplicada en el máster de Economía y Administración del Instituto universitario. Es columnista del diario La Nación. En la actualidad se desempeña como consultor económico y edita un semanario económico en Internet llamado Economía para todos (EPT).
El presente artículo fue publicado en Infobae de Argentina.
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