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Algo más que un número impronunciable: 5.909.557.927.090.450 por ciento. Es el obsceno resultado acumulado de historias repetidas de fracasos en las políticas para erradicar la inflación desde la creación del Banco Central.
El número que titula esta nota es la tasa de inflación acumulada desde 1935, año en que fue creado el Banco Central de la República Argentina. Equivale a una tasa promedio acumulativa anual del 52,54% en números redondos -es una aclaración no menor, porque a lo largo de los 86 años cualquier decimal que se agregue a la tasa compuesta modifica el número final-.
Cabe recordar que la denominación “Peso Moneda Nacional” rigió desde 1881 hasta 1969, cuando fue reemplazado por “Pesos Ley 18.188″, cuya vida fue notablemente menor a la anterior – desde enero de 1970 hasta 1983 – en que fue sustituido por el “Peso Argentino”, cuya duración fue aún más efímera – desde el 1 de junio de 1983 al 14 de junio de 1985 -, cuando se cambió por el “Austral”, que circuló hasta fines de 1991, en que aparece el “Peso” desde el inicio de 1992, hasta el presente, aunque con diferentes ilustraciones. Las repetidas depreciaciones llevaron a que un peso actual resulte equivalente a 10 billones de pesos moneda nacional.
El billete de mayor denominación fue el de 1.000.000 de Pesos Ley 18.188, llevaba la cara de San Martín. El Austral llegó a tener el billete de 500.000. Sin embargo, este gobierno se niega a emitir billetes de mayor denominación a los $1.000 -hoy equivale a menos USD 5 al tipo de cambio libre-, como hicieron gobiernos anteriores para facilitar las transacciones cuando los precios de los bienes y servicios llegaban con facilidad a los “millones”, y permitir mantener la capacidad de emisión de la imprenta de la Casa de Moneda, así como evitar el traslado de montañas de billetes por las transportadoras de caudales.
Cómo se ve en el gráfico, este gobierno recibió del anterior un BCRA con 255,4 millones de billetes de $1.000 en circulación, y en 29 meses la expandió a 1.696,5 millones de unidades, es decir, la multiplicó por 6,6 veces. En noviembre de 2019 los billetes de $1.000 equivalían al 5% del total de los billetes que circulaban en ese momento y en abril 2022 ya representaban más del 23,6%. Semejante aumento refleja la destrucción monetaria que viene haciendo este gobierno, tal vez sea comparable, no en la magnitud, pero sí en la velocidad, a la que se observó camino a la hiperinflación de 1989.
Según los datos del Indec de los precios que releva en el Gran Buenos Aires para estimar el Índice de Precios al Consumidor (IPC), mientras en noviembre de 2019 con un billete de $1.000 se podían comprar 3,8 kg. de asado, en abril de 2022 alcanzaba para adquirir apenas 0,98 kilogramos, un cuarto del punto de referencia.
En los casos del pan francés tipo flautita y de la leche en sachet, esas proporciones pasaron en igual período de tiempo de 9,4 kg. a solo 3,4 kg; y de 20 litros a 8,5 litros, respectivamente.
Y lejos de atacar este problema de fondo que implica la severa y acelerada depreciación de la capacidad de compra del billete de mayor denominación con políticas fiscal y monetaria de estabilización, el Gobierno pretende maquillarlo con el anuncio de nuevos billetes con caras de personajes de nuestra historia.
La línea de pensamiento oficial y la realidad macro
¿Por qué sólo cambiar la ilustración de los billetes en circulación, y no emitir de mayor denominación? Porque, al igual que en el período K anterior, se cree que hacerlo implicará reconocer el destrozo inflacionario desde el inicio de la gestión.
El lector recordará que el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner se negaba a emitir billetes de mayor denominación para no reconocer el problema inflacionario, por eso decidió importar billetes de $100 desde Brasil y Chile, para complementar la saturada capacidad de emisión de la Casa de Moneda para responder a las necesidades de circulante para las transacciones diarias.
Tal vez, esta novedad de emitir billetes nuevos, pero sin cambiar la denominación, tenga que ver con que se están acabando las letras del abecedario de los billetes de $1.000 con la figura del hornero y busquen zafar de la doble letra con nuevos diseños. Lo concreto es que el Gobierno maquilla el problema inflacionario con la emisión de un billete de nuevo diseño y otra cara.
Yendo a los números de la macroeconomía, detrás del dibujo de presentar nuevos billetes de pesos como todo un logro del gobierno en materia monetaria, se ve que el déficit fiscal se disparó en abril con un déficit primario que aumento el 592% respecto a abril de 2021, en tanto que el gasto primario creció el 87,4% y los subsidios económicos para mantener artificialmente bajas las tarifas de los servicios públicos el 148,4 por ciento.
Además, en abril último el BCRA volvió a emitir moneda para financiar a la Tesorería de la Nación, luego del respiro que se había tomado en febrero y marzo; y en mayo le giró $174.000 millones, con lo que completó desde el inicio del año $ 376.116 millones, equivalente al financiamiento del rojo fiscal primario acumulado en el cuatrimestre.
De ahí que ni el cambio de la ilustración de los billetes en circulación, ni el reemplazo de Roberto Feletti en la Secretaría de Comercio van a solucionar el problema inflacionario que caracteriza a la presidencia de Alberto Fernández, porque es de raíz monetaria para financiar el déficit fiscal, esto es el exceso de gasto público sobre los recursos tributarios genuinos, ante la incapacidad de generar confianza para recrear el financiamiento a través del mercado de capitales.
* Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía por la Universidad Católica Argentina. Profesor titular de teoría macroeconómica en el máster de Economía y Administración de Empresas del Centro de Estudios y Capacitación Empresarial y de economía aplicada en el máster de Economía y Administración del Instituto universitario. Es columnista del diario La Nación. En la actualidad se desempeña como consultor económico y edita un semanario económico en Internet llamado Economía para todos (EPT).
El presente artículo fue publicado en Infobae de Argentina.
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