Roberto Cachanosky

Argentina: La inflación se acelera, pero el gasto público crece más – por Roberto Cachanosky

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Lejos de poner orden en las cuentas fiscales para poder restablecer el orden monetario, el Gobierno sigue ejecutando un verdadero despilfarro de las finanzas públicas.

En abril último el déficit fiscal primario, sin incluir el invento de las rentas de la propiedad, se disparó 820%. Ni el desbocado aumento de la deuda pública pudo cubrir semejante desequilibrio de las finanzas públicas y, por lo tanto, el BCRA tuvo que recurrir nuevamente a la emisión monetaria para financiar al Tesoro.

Pero el dato relevante es que, en algún momento, se especulaba, incluso quien esto escribe, con que la emisión monetaria para generar inflación era una estrategia para licuar el gasto público. Si bien algunas partidas fueron perdiendo relevancia, en todo el nuevo período del tercer gobierno kirchnerista se observa un nivel de erogaciones que aumenta más que el ritmo de aceleración que registra el nivel general de precios al consumidor que releva el Indec, es decir creció en términos reales.

En noviembre de 2019, último mes completo del gobierno de Cambiemos, el gasto primario sumó $375.300 millones y en abril de este este año llegó a $1.164.767 millones, aumentó el 210%. Por su parte, la inflación, tomando como referencia el IPC, fue 162%. Crece la tasa de inflación, pero mucho más el gasto público total. Sí licuó el gobierno la partida correspondiente al pago jubilaciones y pensiones, la cual subió nominalmente 147 por ciento.

El rubro que se disparó notablemente fue el correspondiente a subsidios económicos, para mantener artificialmente bajas las tarifas de los servicios públicos.

En noviembre de 2019 se destinaron $37,4 mil millones a subsidiar las tarifas de los servicios públicos y en abril de este año llegó a $162,1 mil millones con un incremento del 333%, bien por encima de la tasa de inflación. Y dado que ya en diciembre de 2021, cuando todavía no había empezado la invasión de Rusia a Ucrania, esa partida había llegado a $160,6 mil millones no puede atribuirse ese salto al efecto del conflicto bélico sobre el precio de los combustibles y el costo de la energía eléctrica. Ya había comenzado a mediados de 2021 a aumentar en forma más pronunciada.

El problema de fondo es que corregir este problema de atraso de las tarifas de los servicios públicos sin un plan económico sólido, consistente y con un gobierno que genere credibilidad va a producir serios problemas sociales. Pero no hacerlo, también.

La primera conclusión que se puede sacar de los primeros 29 meses de gobierno del Frente de Todos es que lejos de aumentar la tasa de inflación para licuar el gasto público, lo impulsó y aumentó notablemente el déficit fiscal, con lo cual potenció la necesidad de financiamiento a través del endeudamiento del Tesoro y la emisión del Banco Central.

En el primer gráfico se puede ver con claridad cómo en 2020 el déficit fiscal aumentó por efecto de la pandemia de Covid-19, pero en particular por la extensa cuarentena que hizo desplomar el nivel de actividad y consecuentemente la recaudación tributaria en el medio de la necesidad de aumento del gasto público social.

No obstante, superada la eterna cuarentena, volvió a acelerarse el ritmo de gasto a partir de mediados de 2021, de la mano del “Plan Platita” para revertir el adverso resultado electoral en las PASO de medio término.

Aceleración del ritmo de suba de los precios

El aumento de déficit fiscal y la fenomenal expansión monetaria terminaron en el actual costo de una tasa de inflación mensual récord en los últimos 30 años, en un contexto de atraso del tipo de cambio real oficial, postergación del ajuste de las tarifas de los servicios públicos y quedando pendiente el desarme de la “bomba de tiempo” que representa el creciente stock de Leliq y pases netos del BCRA, el cual supera a toda la base monetaria.

En otras palabras, el destrozo fiscal que hizo este gobierno no tiene límites y es lo que hace dudar si, al igual que en la anterior presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, podrá dejar un “campo minado” a su sucesor sin que le explote antes, porque pretende continuar repartiendo más planes sociales y bonos a planeros, como si el fisco estuviera holgado de recursos.

Si bien todavía no se tienen los datos fiscales de mayo, es de suponer que deben haber sido peores que los de abril, dado que la emisión monetaria para financiar al Tesoro es sustancialmente mayor: $178.500 millones, equivale al 47% del total emitido en lo que va del año para ese propósito.

En síntesis, el Gobierno paga el elevado costo de una mayor tasa de inflación, sin lograr el supuesto beneficio de “licuar” el gasto público primario total, sólo parcialmente algunas partidas.

Corregir el desmadre fiscal va a ser una tarea titánica para el próximo gobierno, si es que no salta todo por los aires antes, porque, a decir verdad, la gestión de Alberto Fernández parece esmerarse en tratar de pisar el campo minado que sembró y, que el denominado “kirchnerismo de paladar negro” intenta expandir.

* Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía por la Universidad Católica Argentina. Profesor titular de teoría macroeconómica en el máster de Economía y Administración de Empresas del Centro de Estudios y Capacitación Empresarial y de economía aplicada en el máster de Economía y Administración del Instituto universitario. Es columnista del diario La Nación. En la actualidad se desempeña como consultor económico y edita un semanario económico en Internet llamado Economía para todos (EPT).

El presente artículo fue publicado en Infobae de Argentina.

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