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La democracia y la sociedad abierta – por Fritz Thomas

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Con el tiempo ha cambiado mi apreciación y comprensión de la democracia. La democracia se manifiesta y practica de diferentes formas, es un concepto altamente impreciso, manipulable, y su tendencia es hacia un Estado benefactor y redistributivo que erosiona la libertad y dignidad individual. La opinión de la mayoría puede conferir legitimidad, pero como decía Manuel Ayau, no es mecanismo para descubrir la verdad ni la justicia. Leí con interés una conferencia de Mark Amadeus Notturno, titulada Popper y Hayek: Sobre la democracia y la sociedad abierta (Libertas, 2018), ya que el título contiene los nombres de dos pensadores que admiro y sigo, y dos conceptos que me acerco a creer pueden ser mutuamente excluyentes en el largo plazo; democracia y sociedad abierta.

El autor propone que Hayek y Popper estarían de acuerdo en que la principal virtud de la democracia es que contiene los mecanismos institucionales para remover del poder a sus autoridades políticas de manera pacífica. Compartían la idea de que la preocupación de la democracia debía ser limitar el poder del Gobierno, que el gobierno de la mayoría puede fácilmente conducir a la tiranía, y que “el interés público” y “el bien común” son herramienta retórica para persuadir a la mayoría a apoyar intereses particulares. Ninguno de los dos estaría de acuerdo con la noción de que la mayoría es sabia, virtuosa o razonable.

Hayek estaba más comprometido con el liberalismo que con la democracia. El liberalismo clásico de Hayek estaría sobre todo comprometido con los derechos individuales, derechos de propiedad, gobierno limitado, igualdad ante la ley y la ausencia de privilegio legal. El liberalismo y la democracia pueden aparecer indistinguibles pero, en última instancia, se ocupan de asuntos diferentes. El liberalismo se preocupa de las funciones de gobierno y particularmente de los límites a su poder, mientras que la democracia resuelve el problema de quien dirige el Gobierno. El liberalismo es una doctrina sobre qué debe ser la ley y la democracia una doctrina sobre cómo determinar cuál será la ley. Un peligro para el liberalismo sería el surgimiento de la “democracia dogmática”; la idea que el gobierno de mayorías es un fin en sí mismo, que el único límite al poder es la voluntad [opinión] de la mayoría. Puso especial atención a los peligros de la captura del órgano legislativo, en cuyo seno los representantes en mayoría sobreviven y prosperan con otorgar privilegios y beneficios.

Más allá del problema de decidir quién gobierna o decide sobre las reglas, a Popper le preocupaban especialmente los mecanismos institucionales para despedir o retirar a las personas en el poder; cómo deshacerse de los líderes corruptos o incompetentes, que no hacen aquello para lo que fueron electos. ¿Cómo pueden organizarse las instituciones políticas de manera que se impida a líderes malos e incompetentes hacer demasiado daño? El motivo principal para valorar la democracia es su barrera contra la tiranía y la violencia, no su capacidad para elegir a los mejores o más sabios.

Hay un conflicto irreconciliable entre la democracia como instrumento político para hacer valer la opinión de la mayoría, y como mecanismo para imponer límites a la autoridad política. En teoría y práctica, una constitución que establece la alternabilidad en el poder, separación de poderes y reconoce garantías y derechos individuales fundamentales, una república, logra ese balance. No estoy convencido de ello; más democracia no necesariamente conduce a una sociedad más abierta. Lástima que las alternativas son peores.

* Dr. Fritz Thomas, Ph.D., es Doctor en Economía por la Universidad Francisco Marroquín (UFM) de Guatemala y profesor de la misma casa de estudios.

El presente artículo fue publicado en Prensa Libre de Guatemala.

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