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Guatemala: Con inflación, el ahorro es mal negocio – por Fritz Thomas

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La inflación es cruel, invade con sigilo agresivo y contundente, erosiona los cimientos de ingresos y ahorros. Las personas no requieren la publicación de estadísticas para darse cuenta de que lo que salen a comprar ha aumentado de precio, unas cosas menos y otras más; “en promedio”, todo más caro. Se acostumbran a interpretar la inflación como un aumento del valor de productos y servicios, cuando en realidad es una disminución en el valor del dinero.

El Instituto Nacional de Estadística reporta para el mes de julio una tasa de ritmo inflacionario de 8.4% interanual; es decir, respecto del mismo mes del año anterior. Esta tasa interanual es más del doble del promedio para cada mes en el período 2015-2022 (3.7%). Guatemala no ha sufrido tasas de inflación de esta magnitud desde 2007 (8.8%) y 2008 (9.4%). Pocas cosas causan tanto descontento como la pérdida del poder adquisitivo del ingreso y la erosión del ahorro. No es solo que todo está más caro y afecta el ingreso corriente. Una cuenta de ahorro en el banco devenga tasa de interés bastante inferior a la tasa de inflación. El ahorro es mal negocio. Las familias de bajos ingresos son las más afectadas, tienen poca capacidad de maniobra para resguardar ahorros en activos que no pierden su valor en el tiempo.

La inflación, como propuso Milton Friedman, es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario. Cuando la cantidad de dinero en circulación aumenta con mayor rapidez que la producción de bienes y servicios, los precios aumentan. Funcionarios, políticos e ideólogos se apresuran a demonizar la codicia de productores y comerciantes como causante del aumento generalizado en los precios; retórica que distrae de la culpabilidad del gasto público deficitario y expansión monetaria y crediticia de bancos centrales. Si bien los bancos centrales toman la ruta de aumentar con gotero las tasas de interés, que tendría por efecto reducir la cantidad de dinero en circulación, los gobiernos no hacen esfuerzo alguno por disminuir el gasto y endeudamiento, y menos aún bajar impuestos y quitar obstáculos a la producción. En los Estados Unidos, el gobierno de Joe Biden tuvo el cinismo de aprobar un paquete de gasto masivo, regulación y aumento de impuestos, con el nombre “decreto de reducción de inflación”.

Se acabó la piñata de crédito barato. En junio, la Junta Monetaria y Banguat aumentaron la tasa líder en 0.25%, de 2 a 2.25%, que equivale a amenazar al león inflacionario con un matamoscas; el ejecutivo y el Congreso ni siquiera han recibido la circular de que hay que apretar un poco el cinturón y dejar en reposo el aparato que gasta, crea regulaciones y obstáculos a las personas que producen.

Una de las principales misiones del Banguat es mantener la estabilidad de precios. El ancla de su política, en la práctica, el norte, es alcanzar su meta de inflación en la economía, que ronda 4% anual. No la tiene fácil. Por años ha mantenido el tipo de cambio relativamente estable en un escenario de aumento sostenido en el ingreso de dólares por remesas, que de enero a julio 2022 (US$10.08 mil millones) prácticamente alcanza el total de 2019 (US$10.5 mil millones). Para frenar la apreciación del quetzal, que sin intervención hubiera ocurrido hace años, acumula reservas y emite quetzales, que luego recoge o neutraliza con la venta de títulos valores al sistema financiero; con un pie presiona el acelerador y con el otro frena.

La inflación continuará. Para tranquilidad de todos, es “importada”. Maniobras monetarias domésticas quizás sean insuficientes para neutralizar este producto traído del exterior.

* Dr. Fritz Thomas, Ph.D., es Doctor en Economía por la Universidad Francisco Marroquín (UFM) de Guatemala y profesor de la misma casa de estudios.

El presente artículo fue publicado en Prensa Libre de Guatemala.

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